Siete entrevistas. Un decálogo de
burócratas. Mil cien preguntas inútiles y sin sentido. Estudios físicos,
médicos, psicológicos, patológicos, antropológicos y demagógicos. Y ahí estaba
al fin, sentada a la mesa de reuniones de los empresarios mas poderosos del
país, vestida con mi elegante traje negro de dos piezas, zapatos de diseño taco
aguja y un sueldo que me permitiría comprar un apartamento en pleno centro de
la Ciudad y solo podía pensar en una cosa: Arrancarle con los dientes la ropa
al presidente de la compañía que hablaba sobre las estadísticas del mercado en
contraposición al Merval.
Cerebro 0- Hormonas 1. Pensemos con
el 10% que me había traído hasta aquí.
Regla Nº 1: Nunca te revuelques con
quien trabajas.
Regla Nº 2: Nunca te revuelques con
presidente de la compañía.
Regla Nº 3: Nunca, pero nunca
olvides la regla Nº 1 y la Nº 2
-
Y detrás de esta estrategia- decía él, señalando con un
puntero la diapositiva
-
Estoy yo desnuda esperándote- pensaba yo
Definitivamente esto se pondría
difícil. Gracias a Dios esas reuniones se daban una vez al mes, con lo cual el
riesgo sería ínfimo, y gracias también a que había tenido el destello de
lucidez de grabar la reunión en su mp3, podría realizar el análisis
correspondiente mas tarde, sin que sus hormonas la volvieran de pronto una
psicópata sexual en potencia. Tomando en cuenta todos estos datos, dejaría a
las susodichas divertirse un rato y darse un paseíto por las fantasías eróticas
que despertaba el Sr. Presidente de la Compañía, quien podría tranquilamente
interpretar mi gesto, como una expresión de sublime atención a su discurso
digno de tapa de la revista Times.
No era un hombre joven, tampoco
excesivamente atractivo, pero había algo en el, un no se que, un casi me estaba
volviendo loca. Centrado e inteligente, y si había algo que me atraía era eso.
La inteligencia.
Hablaba pausado, sereno, como si el
tiempo fuese su compadre de toda la vida. Tomaba las palabras y las esgrimía de
manera sencilla, sus manos eran bellas, se tocaba el pelo renegrido a pesar de
los años. Me pregunté como sonarían sus palabras en mis oídos, si diría
palabras obscenas cuando estaba excitado, si aquellas manos serían firmes a la
hora de amarrarse a mis caderas, si…una patada por debajo de la mesa me arrancó
violentamente de mis devaneos fantasiosos. Me puse de pie casi de un salto y
todos se voltearon a mirarme. El silencio era sobrecogedor. Todos permanecían
sentados salvo el Sr. Presidente y yo. Los segundos se hicieron horas en mi
cabeza hasta que mis mudos observadores decidieron copiar mi gesto. Al borde de
la combustión espontánea, tomé mi cuaderno de notas, metí la mano en el
bolsillo de mi chaqueta y apagué el grabador. El murmullo de adioses y hasta la
próxima se fue apagando mientras caminaba lentamente hacia la puerta de roble
de dos hojas que me liberaría del bochorno acontecido solo unos minutos antes.
Mis pensamientos recorrian los rincones mas inhóspitos de mi mente en busca de
una excusa plausible que justificara mi conducta. El último de los súbditos
salió por la puerta y yo me arrastré hacia ella con la mayor dignidad que me
permitían mis piernas, temblorosas aún por el devaneo erótico y desubicado.
-
Srta.- Era la voz del Rey de la montaña dirigiéndose a
mi- Victoria es su nombre verdad?
Me detuve con la boca seca, las
piernas temblando, las bragas humedecidas y exudando feromonas por cada poro de
mi piel. La zorra en mi gritaba ¡!!Guerra!! mientras mi mente se esforzaba en
vano en amordazarla.
-
Victoria Secreter- si,
ya se…ni lo mencionen, no es chiste, ese es mi nombre, extendí la mano
marcando la distancia mas hacia mi que por el- encantada Sr. Presidente.
-
Es nueva en el staff- no era pregunta
-
Si, es mi primer día en la empresa.- Y como viene la
mano será el último si no logro controlarme.
-
Se encuentra cómoda?- dijo mirándome fijo a los ojos,
el cuaderno casi se me cae de las manos, tenia la sensación de que mis
pensamientos estaban realizando la danza del vientre frente a el, totalmente
desnudos y expuestos.
-
Si, bastante.- dije con mi mejor cara de profesional
calma y serena, y agregué- para ser el primer día.
-
Y dígame Victoria- se acercó a mi un paso mas…Danger!!-
puede acompañarme hasta mi oficina para darle una merecida bienvenida?
Escena dos, repite escena uno: La
boca seca, las piernas temblando, las bragas humedecidas y exudando feromonas
por cada poro de mi piel. La zorra en mi rugió: ¡!!Guerra!! y mi mente…ausente
y sin aviso.
-
Será un placer Sr. Presidente
Se adelantó hasta la puerta, la
abrió y esperó a que saliera. El lobby se encontraba lleno de oficinistas que
se dieron vuelta al unísono como una orquesta en perfecta armonía. Mantuve mi
cabeza en alto y me dirigí a los ascensores. Sabía que su oficina estaba en el
piso 31, estábamos en el 3º. Apreté el botoncito varias veces, como si de esa
manera pudiese aplacar el calor que se empecinaba en abrazar mis piernas y
ascender hasta…mi cerebro que tramaba estrategias tales como un tropiezo
accidental que me arrojara desnuda sobre el presidente, también desnudo por
supuesto o la ruptura abrupta del ascensor que nos dejaba varados en medio de
dos pisos, debiendo desnudarnos (nótese la repetición de la escena de desnudo
en ambas estrategias) por el calor y la falta de aire. Ambas escenas terminaban
en sexo duro contra las paredes vidriadas y perfectamente pulidas del honorable
cubículo.
Las puertas se abrieron, se hizo a
un lado como todo un caballero para dejarme pasar. Entré, entró, apretó el Nº
31, las puertas se estaban cerrando cuando uno de los oficinistas obsecuentes
quiso entrar. Pero antes de que pudiera hacerlo, nuestro honorable presidente
dijo en un tono que no admitía discusión alguna:
-
Espere el próximo.
El pobre hombre abrió la boca y la
cerró varias veces como un pez antes de que se cerraran las puertas. Mi boca en
cambio se encontraba anegada, casi tanto como mis bragas. Casi estaba segura de
que el aroma a te suplico que me tomes y me hagas tuya en este momento
impregnaba el habitáculo. Me quedé en silencio. Sentí el tirón de la subida
apretar mi estómago, y su respiración aturdiendo los restos de mi mente
desaparecida. Cuarto piso, se apoya en la pared, bien, mejor así, mantente a distancia. Quinto piso, se acerca al
tablero, desabrochándose la chaqueta,
hace calor, es solo eso. Sexto piso, su mano se elevó aflojando su corbata,
es obvio, son casi las 11 de la mañana,
estar de traje 3 horas debe ser agobiante. Séptimo piso, apretó el botón
rojo. El ascensor se detuvo de golpe. Ups.
El trabajo, tu esfuerzo, el sueldo, Regla Nº 2, Regla Nº 2, el apartamento, los bonos, las vacaciones,
Regla Nº3 urgente!!!. Se acerca a mi, se detiene a escasos 3 cm , su boca queda a tiro de
un beso…Regla Nº…Regla Nº…al diablo con
las reglas grita la zorra!!! Adiós cerebro…Hola Zorra perversa!
Me puse en puntas de pie, un zapato
se me salió justo cuando su boca devoró la mía, sus manos se apoyaron sobre mi
cabeza dejando la aureola de calor en el espejo. Su lengua invadía mi ser
mientras luchaba con la mía, el sabor de su saliva me sabía a miel y lujuria.
Su cuerpo se pegó al mío y la dureza en su entrepierna se clavó en mi vientre,
mientras mis pezones se erizaban dolorosamente debajo de la camisa y la
chaqueta de diseño y devolvían la estocada. Mis manos recorrieron su pecho,
bajaron por su cuerpo, y acariciaron aquella montaña caliente y endurecida que
pugnaba por salir. Nada importaba salvo aquella lucha silenciosa e inconciente
por la supremacía de la especie. Desabroché su cinturón, el botón de su pantalón
con urgencia, con desenfreno, mi vergüenza había salido de viaje y no tenía
fecha de retorno, dejando el desenfado de suplente. Bajé la cremallera y mi
mano derecha buscó y encontró su premio, húmedo y latiendo de deseo. Mi cuerpo
resbaló por la pared, caí de rodillas, devorando con mi boca cada centímetro,
la sed me abrazó, un deseo febril de sentir en mi lengua su sabor, la fuerza de
su erupción, el impacto en mi garganta. Sus manos se enredaron en mi pelo
siguiendo el ritmo de mi lengua. Mis bragas estaban empapadas, mi sexo caliente
latía de deseo. Su miembro se endureció aún mas, entonces me privó de aquella
delicia para ponerme de pie frente a el, me miró a los ojos y sonrío de manera
perversa, levantó mi falda y ahora era el quien estaba entre mis piernas, no
supe como, pero mis bragas volaron por los aires, y su lengua se enterró dentro
mío arrancándome un gemido, pensé que moriría de placer, entraba y salía como
una serpiente, me corrí una y otra vez en su boca y cuando pensé que no podría
sentir mas, cambió de posición enterrando sus dedos donde otrora navegara su
lengua, mordisqueaba mi clítoris endurecido por el deseo. Perdí todo sentido de
realidad, el universo se redujo a ese punto donde mi humedad se convertía en un
río de miel y pan caliente.
-
no te detengas por favor- supliqué cuando se separó de
mi
-
La bienvenida- susurró en mi oído, erizando mi piel
haciéndola arder hasta la combustión , así
se siente su voz excitada pensé con los restos de cerebro que aún me quedaban-
apenas comienza.
-
Tómame- supliqué
Y mi deseo se cumplió, mis piernas
se abrieron, se hundió en mi, completo, integro y potente, una y otra vez,
mientras mis gemidos se perdían en su boca enredados en su lengua, que no
conforme con eso, lamieron mis pezones, los mordió , los mojó, los volvió a morder y a lamer, los apretaba entre sus dedos, los retorcía, llevándome a la locura. Todos
mis controles fallaron cuando sus manos tomaron mis nalgas abriéndome mas aún y
penetrando mas si es que esto era posible.
El grito de guerra se transformó en
gloria cuando estalló dentro de mí como un volcán de lava, llenándome y
derramándose por mis piernas.
No se cuanto tiempo pasó, solo se
que en algún momento el ascensor se puso en marcha y temblando acomodé mi ropa
como pude. No hice a tiempo a ponerme las bragas, de modo que las guarde en el
bolsillo derecho junto al grabador. Las puertas se abrieron, salimos, mientras
yo rogaba que mi rostro no estuviese iluminado como un árbol de navidad delator
de actividades non sanctas. La secretaria del presidente, una señora de edad
avanzada nos miró. Inclinó la cabeza a modo de saludo. El se detuvo antes de
abrir la puerta y dijo:
-
Bienvenida Srta. Victoria Secreter- sonrió con picardía
y agregó- la espero mañana a la misma hora en mi oficina, para revisar juntos el
resto de los ascensores de mis 23 edificios.
©Selena Wolf
Copyright 04-01-2013